viernes, 14 de octubre de 2022

3) Palermo y Monreale, laberínticas y geniales

Vista de Palermo desde la altura donde se ubica Monreale

Llegar a Palermo es sencillo, moverte por la ciudad todo lo contrario, y estamos hablando del centro urbano, de la zona de interés para un visitante. Se dice que es una ciudad complicada, a veces caótica, desordenada y sucia, con un tráfico endiablado (y ahora, con las zonas de tráfico restringido, mucho más para el conductor ocasional) e indudablemente llena de contrastes en su urbanismo y en su configuración urbana. 
Monreale, a solo cinco kilómetros y en la práctica un barrio palermitano, ídem de lo mismo, con el agravante de estar situada en una colina. Circular en Monreale con lluvia, y no digamos aparcar, precisa de mucha suerte y superávit de templanza en un día propicio.
En nuestro caso, en una jornada vimos Monreale por la mañana y ya de tarde logramos llegar a nuestro alojamiento en el centro de Palermo, y con ello nos situamos en una realidad compleja. Después, nos dedicamos a disfrutar de Palermo, sin juzgar pero con los ojos bien abiertos.

Una de las fachadas de la catedral de Monreale

Procedentes de Cefalú, llegamos a Monreale atraídos por la fama de su catedral. Sin suerte, comprobamos que cierra de 12 a 14 horas, por lo que dedicamos este rato a conocer su zona más céntrica. Antes habíamos dado vueltas y más vueltas buscando donde dejar nuestra furgoneta, lo que no fue sencillo y llegó a parecer un imposible. Milagrosamente, un coche dejó un hueco grande delante de nuestras narices y se hizo la luz. 

Ayuntamiento de Monreale, situado en la misma plaza de la catedral


Monreale es una pequeña ciudad de poco más de 30.000 habitantes con una configuración endiablada, por lo que dedujimos en nuestra corta visita. Una calle principal modesta con la Catedral en un extremo y después un enredo de callecitas de menor tamaño, muy gratas para callejear pero no sabemos para vivir. También alguna plaza agradable, por supuesto.


En ese rato husmeamos en tiendas y en un mercadillo artesanal, y después nos refugiamos en una terraza cubierta escapando de una tromba de agua. A las dos iniciamos un recorrido a fondo del inmenso templo.
 

La catedral es un ejemplo destacado del arte normando en Sicilia con elementos clásicos, bizantinos y árabes (y patrimonio de la humanidad al alimón con la de Cefalú). Construida con gran rapidez, al parecer en solo doce años merced a los recursos puestos a su disposición por el rey Guillermo II, esta celeridad le confiere una unidad artística de la que carecen la mayoría, levantadas a lo largo de décadas e incluso siglos. Es famosa por los mosaicos que la recubren ofreciendo escenas del Nuevo Testamento, nada menos que 6.500 metros cuadrados, lo que obligó a trabajar a muchos especialistas a la vez, circunstancia a la que se atribuye que el nivel artístico de los mosaicos no sea homogéneo.


Junto a ella se levantó de inmediato un convento benedictino, cuyo resto principal es el impresionante claustro de 47 metros de lado.


Cuenta con 228 columnas dobles que soportan 26 elegantes arcos apuntados en cada lado, con distintas decoraciones  y formas. En un rincón hay una fuente que ni mucho menos era ornamental, sino el lugar donde se lavaban los monjes. Maupassant, fuera de toda duda su amor por Sicilia, reclamó por escrito que los amantes de los claustros vinieran a pasearse por este "y se olvidarán de todos los que hayan visto hasta entonces".


Utilizando dos torres se puede subir a la parte superior de una de ellas mediante unas escaleras angostas y disfrutar de la vista.


Las dos torres se comunican por un pasillo con barandilla sobre el tejado de la catedral.


La capilla del Crucifijo, a la izquierda del ábside, ha sido calificada de "delirio barroco" y desde luego no deja indiferente. Tremendamente recargada y con mármoles de colores, fue diseñada durante cinco años a finales del siglo XVII por el entonces arzobispo, el español Juan Reano, originario de Valladolid, quien anteriormente había sido también obispo de Cefalú.


También es destacable el artesonado del techo, aunque en parte se perdió en un incendio en el año 1811. 


El mosaico llama la atención, especialmente la parte original que subsiste en la zona del presbiterio. Exhibe una fina decoración con estrellas de inspiración árabe. En el resto del templo se completó a mediados del siglo XVI. 

Tras visitar los museos de la catedral enfilamos a la vecina Palermo con la intención de localizar un parking, al precio que fuera, y olvidarnos del coche esa tarde y al día siguiente  para callejear con tranquilidad. Un planteamiento sencillo, ejecutarlo fue un poco más complicado. Sabíamos que no podíamos llegar en coche al B&B reservado por estar dentro de la zona restringida, pero no encontramos ningún aparcamiento que tuviera plazas libres y el que nos habían sugerido desde el alojamiento estaba completo. Dimos vueltas, consultamos todo lo consultable por Internet y, a punto de rendirnos, encontramos un estacionamiento al aire libre poco recomendable (por la zona y la suciedad exagerada de sus alrededores), pero no había elección. Desde allí, tuvimos que andar con nuestra maletas, unos 700 metros hasta el alojamiento.


Era el B&B San Agostino, un inmueble antiguo reformado, en pleno centro y en una calle estrecha. Pero dentro era amplio y agradable. A Fanny, la encargada, le contamos nuestro periplo y llegó a la conclusión de que habíamos entrado sin permiso en la zona vetada a los coches, y las cámaras nos habrían delatado. Con los datos de la matrícula hizo una gestión telefónica para que no nos multaran, y fue eficaz pues de momento no ha llegado sanción alguna. Era un tema que nos preocupaba pues en el viaje de primavera a Alsacia, una vez en Galicia nos llegó una sanción por circular a 51 km en un punto limitado a 50 en Francia. Aparte de la  multa, la empresa de alquiler del coche nos cobró 50 euros por facilitarle nuestros datos a la policía. Y en Sicilia la empresa del coche nos había advertido que el sistema era similar.   

Una de las habitaciones del B&B San Agostino


Alojados nosotros y estabulado el vehículo, nos relajamos ya que lo principal estaba resuelto. Éramos libres de salir a conocer y disfrutar Palermo. Y eso hicimos de inmediato recorriendo una de sus principales arterias, la calle Maqueda.


Esa tarde recorrimos el centro sin brújula, dirigiendo nuestros pasos a ciegas, pero con tino, lo que siempre es un momento de especial disfrute. La imagen superior corresponde a la calle de los textiles, próxima a nuestro alojamiento y con docenas de tiendas del ramo.


También a tiro de piedra de nuestro albergue se encuentra la iglesia conventual de San Agostino, una de las dos de Palermo construidas en estilo gótico en el siglo XIII. La imagen superior corresponde al claustro del convento.

En cada ángulo de los Quattro Canti hay un edificio singular con esculturas

Orientarse en Palermo puede parecer sencillo, pero no lo es. Ya decía Goethe que "la ciudad resulta fácil de otear pero difícil de conocer", recalcando que el corazón de la urbe despista al extranjero. Por ello recomendaba la ayuda de un guía, hoy día sin duda innecesario. Facilita situarse la existencia de una calle de varios kilómetros que conecta el mar con la montaña. Se trata de la vía Vittorio Emanuel o el Cassaro, que a la mitad se cruza con la otra de gran tamaño, la Vía Maqueda, en una plaza conocida como Quattro Canti.


El cruce de ambas no pasa desapercibido, y es un lugar obligado de visita. Su nombre oficial es plaza Vigliena. en recuerdo de Juan Manuel Fernández Pacheco, Marqués de Villena, virrey de Sicilia a principios del siglo XVIII. Además, fue el fundador de la Real Academia de la Lengua Española. Dieron su nombre a la plaza construida casi un siglo antes con fachadas curvadas como en un teatro. Las estatuas de cada esquina corresponden a cuatro monarcas españoles y a las cuatro santas palermitanas.


Allí mismo, a unos metros, se encuentra la fuente Pretoria, un hermoso conjunto artístico y sin duda la más famosa de la ciudad, en la plaza del mismo nombre. Su destino original era la finca de Florencia de un Duque de Toscana, pero falleció y esta fuente ornamental fue adquirida por el senado de Palermo. Popularmente fue conocida como fuente de la vergüenza por la desnudez de las estatuas. Originalmente contaba con 50 esculturas y 90 columnas en la balaustrada, pero una parte se dañaron en el traslado.


Fieles a nuestra costumbre, buscamos tiempo para visitar el mercado de Ballaro, por aquello de que son siempre un reflejo de la ciudad y ofrecen información del lugar, incluso en los tiempos actuales de centros comerciales y supermercados. Habíamos estado en el de Catania y alguno más se añadiría a la lista en días sucesivos. Popular, enrevesado y animado. Un clásico. El de Ballaro es uno de los cuatro históricos de la ciudad y se dice que hacen siglos ya eran viejos, y que estaban pavimentados cuando los de París, Roma o Florencia eran barrizales.
Concatedral de Santa María del Almirante

Esta zona de Palermo es una mina arquitectónica e histórica, pues igualmente a unos pocos metros se encuentra la plaza Bellini, que además del teatro del mismo nombre reúne varios templos destacados. Entre ellos, la concatedral de Santa María del Almirante y la iglesia de San Cataldo. Como en una visita como la nuestra, digamos rápida, hay que elegir, optamos por la segunda por su aspecto inusual y su mayor antigüedad.

Iglesia árabe normanda de San Cataldo con sus tres cúpulas de color rojo

Su construcción data a mediados del siglo XII y es de estilo árabe normando, dentro de un conjunto de nueve bienes declarado patrimonio de la humanidad. En la actualidad no se dedica al culto y se abre al público para las visitas turísticas. Ha sufrido numerosas transformaciones e incluso a principios del siglo XIX fue sede del servicio de correos


Lo más llamativo son sus tres cúpulas, de revoque rojo por el exterior, que desde su interior ganan en espectacularidad, especialmente por la luz que aportan los distintos ventanales a diferentes niveles, pese, o gracias, a la desnudez de sus paredes.

Monasterio de San Caterina, enfrente de la iglesia de San Cataldo


Desde la plaza Bellini enfilamos hacia la catedral, que visitamos aunque no subimos a su tejado. Su interior no nos causó especial emoción. En el emplazamiento de este templo hubo en su día una iglesia bizantina que los árabes transformaron en mezquita, y en el siglo XII devino en iglesia normanda.


Ya en el siglo XVIII fue objeto de una radical transformación, que cambió su planta a cruz latina y añadió una discordante cúpula.

Mientras tomábamos esta fotografía, los diputados regionales degustaban un refrigerio al fondo

La siguiente parada correspondió al Palacio de los Normandos, o Palacio Real, probablemente el edificio más emblemático de una ciudad en la que hay muchos reseñables y que acoge la espectacular Capilla Palatina. En la actualidad, una parte del mismo es la sede del Parlamento regional siciliano. De hecho, cuando estuvimos allí, una parte de la primera planta estaba reservada para un acto de los diputados, que justo en ese momento y a pocos metros degustaban un aperitivo. También vimos las oficinas parlamentarias de los grupos políticos, todo ello unos días antes de que la ultra Meloni ganara las elecciones que la convertirían en primera ministra de Italia, aunque ella prefiere que la llamen primer ministro.


En este palacio el lugar más destacado es su Capilla Palatina, construida entre 1130 y 1140, originalmente aislada por todos sus lados, lo que ahora no ocurre. Aunque  no es de gran tamaño, consta de tres naves separadas por columnas con capiteles corintios provenientes de edificios de la antigüedad, lo que explica su diversidad. Pero en este templo el elemento más precioso son los mosaicos. Sus colores vivos, debido a la calidad de las teselas, es una de sus características.


La temática es variada, con imágenes de Cristo, ángeles, santos y escenas del Antiguo Testamento, y también animales y arabescos.


A destacar también el artesonado y los mosaicos del suelo, de mármoles, pórfido y clara inspiración árabe.


Ya en el exterior, un magnífico jardín sirve para solazarse y asentar en la retina las maravillas que se han visto dentro del palacio.

Enorme ficus en los jardines de Parlamento


El resto del día lo dedicamos a callejear sin destino prefijado. Nos acercamos hasta el puerto y su marina, aunque teníamos claro que a media tarde íbamos a presenciar una representación de puppis, teatro tradicional de marionetas de Sicilia.


Casi enfrente de la Catedral localizamos un local veterano en estas lides y adquirimos nuestra entrada.


Era un pequeño teatro, para un máximo de 40 personas sentadas en bancos dentro de una sala irregular, como si en origen hubiera sido un taller de fabricación de las figuras y ahora más un museo que un teatro.


Las marionetas son de gran tamaño, un metro más o menos, que actúan en un pequeño escenario donde malamente caben cuatro o cinco figuras como máximo. 


La función se extiende como una hora, incluyendo la presentación. En este local familiar intervienen varias generaciones de la familia y dos de ellos manejan las figuras con habilidad. Interesante y diferente a las marionetas que conocíamos.


Después, ya con el día declinando, buscamos donde cenar y ciertamente acertamos.



Elegimos Dacerba, recomendado por Fanny, en la terraza de una pequeña plaza, donde degustamos, entre otras cosas, un plato de carne y arancini, este último posiblemente el mejor del viaje. La primera  noche habíamos cenado en la Osteria Dadalia, en Vía Maccheronai, que tampoco estuvo mal. Allí casi lo de menos era la comida pues la terraza, en una calle de unos tres metros de ancho por la que no paraba de pasar gente, era un atractivo en si mismo. Recomendable. Respecto a los precios, viniendo de España, normales y a veces hasta baratos.


Falta reseñar que durante el día alguno de los viajeros optó por saltarse la visita a la Catedral para recorrer el pequeño museo No Mafia, nombre que evita explicar su contenido. A través de varias salas hacen un recorrido por lo que ha significado la Honorable Sociedad en la vida, costumbres y desarrollo de la isla.

Excepcional fotografía de un mafioso al entrar al tribunal

A través de fotografías, portadas de periódicos, documentos oficiales y planos, repasan los principales actos delictivos y terroristas acaecidos en Sicilia, la vida y milagros de sus principales responsables, los juicios públicos y sus asesinatos más tremendos (juez Falcone y otros), todo ello en inglés e italiano.


Un dato sorprendente, y que encaja con los llamativos contrastes de esta ciudad, es que cuenta con el mayor teatro de Ópera de Italia (incluida La Scala de Milán), el teatro Máximo, que es el tercero en Europa, solo superado por los de París y Viena. Se inauguró en 1897 tras veinte años de tramitación y obras, tan largas que falleció el arquitecto que lo diseñó (Giambattista Basile) y fue terminado por su hijo. Su grandiosidad debió causar sorpresa general, pues el rey Vittorio Enmanuel al conocer el proyecto preguntó: "¿Pero necesita Palermo tal teatro?".


Su imagen exterior puede resultar familiar a muchos, ya que en la escalinata se desarrollan las últimas escenas de El Padrino III.


Las dos noches en Palermo acostumbramos a ir tras la cena al café Verdi, con una terraza acogedora pegada a la Ópera, donde disfrutábamos de una partida de chinos y los perdedores tenían la gentileza de pagar la consumición.


Tras ello, vuelta al alojamiento, y es de justicia reconocer que la Vía San Agostino de noche ganaba puntos y también vidilla vecinal .

Terraza para los desayunos en nuestro alojamiento

Por la mañana, en la terraza interior del alojamiento, ampliamente ajardinada, teníamos a nuestra disposición un buen desayuno.

El último acto en Palermo consistió en cargar con nuestro equipaje y, de manera ecológica, desandar el camino hasta el aparcamiento, los citados 700 metros por el centro histórico. El vehículo estaba en perfecto estado y nos dirigimos a la cercana Trapani. Palermo, indudablemente, merecería una nueva visita.

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