domingo, 16 de octubre de 2022

4) La Costa Oeste, Segesta y el encanto de Erice

En el muelle de Castellammare di Golfo antes de embarcar

Continuamos nuestro periplo desde Palermo a la zona de Trapani, alojados en otro B&B, ahora un establecimiento rural en medio de campos de olivos. Esta vez hicimos una excursión en barco, vimos ruinas clásicas y descubrimos Erice, una sorpresa del nivel de Cefalú, por su interés y que no es de lo más famoso de Sicilia. También el yacimiento de Segesta, importante asentamiento de los élimos, uno de los pueblos indígenas sicilianos de los que se tienen muy pocos datos. Posteriormente, en el sur, seguiríamos con los descubrimientos.

Castellammare di Golfo es un pueblecito costero con veteranía (fue el puerto de las históricas Segesta y Erice) y es conocido como origen de numerosos mafiosos que se batirían a tiros en Nueva York. Personajes señeros de este mundo, caso de Salvatore Maranzano o Joseph Bonnano, procedían de aquí y se enfrentaron en la que fue conocida como guerra de los castellammarenses al clan de Joe Masseria por el control de la mafia de Nueva York (1930/31). Ganó Maranzano, que se proclamó capo di tutti i capi (jefe de todos los jefes), pero el éxito le duró poco: fue asesinado a los pocos meses por orden de Lucky Luciano.

Ajenos a semejantes cuestiones, nos acercamos con la idea de alquilar un barquito y recorrer la costa de la reserva natural de Zíngaro. Como tuvimos que hacer una llamada y los responsables del alquiler no llegaban hasta las doce, dedicamos un rato a pasear por el pueblo.

Castellammare tiene una configuración algo extraña. La parte antigua se encuentra en una zona alta, pero en el frente marítimo se ha construido un enorme muro con un ligero retranqueo, aparentemente para habilitar una gran plaza. 

 

El pueblo tiene una calle central peatonal muy agradable, aunque al tratarse de las primeras horas del fin de semana la animación era mínima. La iglesia parroquial y un castillo aragonés (en su día asentado en un promontorio sobre el mar y hoy alejado por un relleno portuario) son los monumentos más destacables.


En Castellammare nos encontramos con una estatua del Padre Pío, tan abundantes en Italia y también en Sicilia. Esta fue colocada en el 2001 y no ha llegado al nivel de la de Messina, investigada en el 2002 ya que había quien aseguraba que lloraba lágrimas de sangre. Este santo nos es familiar desde que unos meses antes, en Colmar, Alsacia, en un restaurante italiano, su propietario casi se desmaya ante el parecido de uno de los miembros del grupo con este popular sacerdote capuchino, fallecido en 1968 y al que se atribuyen numerosos milagros y maravillas.

Salimos a última hora de la mañana en nuestro pequeño barquichuelo, patroneado por Alvaro, para bordear la reserva natural del Zíngaro, con indicaciones estrictas del lugar que no podíamos sobrepasar. Desde el mar, la visión de Castellammare resulta más espectacular.


La excursión fue de lo más placentera y nada agotadora, a pesar de que algún "robado" pueda dar otra idea.


Establecida como reserva natural en 1981, fue el primer área protegida de la isla, y en el pasado existían pequeñas aldeas dedicadas a labores agrícolas. 


También abundaban los contrabandistas, que utilizaban las numerosas cuevas para guardar sus mercancías. 


Ajenos al pasado de esta zona, limitamos nuestras preocupaciones a cuestiones más pedestres, y hasta hubo quien se animó a darse un baño.

Aunque encontramos varias playas, en calas muy bonitas, la mayor parte de la costa es abrupta y rocosa. 

Esta roca en el mar parecía una goleta de piedra

Divisamos desde el agua gente pasando la jornada festiva y numerosos senderistas. Finalizada la excursión, devolvimos el barquito y nos dirigimos al albergue.

Agroturismo Don Carlo, un B&B rodeado de naturaleza

Una de las habitaciones

No tuvimos ningún problema para localizar el agroturismo Don Carlo, un lugar tranquilo con varias habitaciones en medio de campos de cultivo, viñas y olivos. 


La tranquilidad era absoluta con el plus de la compañía de un grupo de jóvenes gatitos de saludable aspecto, una constante en cuanto salías de las habitación.



Al estar en medio del campo, reservamos cena en el establecimiento, que resultó bien. A su término, ya noche cerrada, dimos un paseo por el entorno bajo la luz de las estrellas, desde luego muy diferente a hacerlo, por ejemplo, en la sobreexcitada Palermo.


Al día siguiente nuestro plan era visitar Erice y la vecina Trapani, y se cumplió. Esta histórica localidad se encuentra anclada en la cima del monte San Giuliano, de 700 metros, a tres kilómetros de la costa y un poco más de Trapani, por lo que disfruta de unas vistas excepcionales. Tiene forma triangular y su interior es una sucesión de callejas estrechas y empedradas que parecen haber sobrevivido intactas y sin cambios al paso de los siglos. Para llegar a la localidad, obviamente, es preciso subir una empinada carretera poblada de curvas pero con vistas magníficas.


Estacionar el vehículo fue sencillo, ya que al ser temprano había sitio en el aparcamiento exterior, donde no se preocupan mucho de ser amables: dos euros la hora sean las que sean y pago en monedas. Ni tarjetas, ni billetes, por lo que tuvimos que rebuscarnos los bolsillos para conseguir la cantidad necesaria para varias horas. Nuestra idea era dedicar una hora a Erice, pero al final fueron tres y de lo más agradables. Ingresamos por la puerta de Trapani, cuya parte inferior data del siglo VII ¡antes de Cristo! y enseguida apareció la catedral con su torre separada unos metros.


Esta torre, de vigilancia en sus inicios y después campanario, tiene una ubicación excepcional y no dudamos en subir los correspondientes escalones.

Trapani desde Erice; en la punta de la flecha está la ciudad histórica. El resto carece de interés

Desde arriba descubrimos Trapani y el  mar casi a vista de pájaro. Esta ciudad tiene 70.000 habitantes, pero lo único de interés se encuentra en su punta, la ciudad histórica. No es un detalle menor, ya que lo ignorábamos y tuvo su relevancia cuando bajamos en teleférico a conocerla.

La plaza de la catedral desde lo alto de la torre


En Erice venden un billete combinado que por cinco euros da derecho a visitar la torre, la catedral y otros tres monumentos (San Martino, San Giovanni y San Giuliano y sus pasos de Semana Santa). Fue una bicoca dado el importe de las entradas que habíamos pagado, y pagaríamos, en otros sitios. Seguimos la visita por la calle principal, en cuesta, impecablemente conservada, mientras veíamos llegar grupos de turistas que iban poblando las estrechas callecitas.

Un pequeño descanso para contemplar una capilla en la iglesia de San Giuliano


Pese a las características de sus calles, Erice había sido elegida ese día para una concentración de coches Fiat de época. Allí estaban felices sus propietarios en la plaza principal, tras sufrir para llegar por calles no previstas para dicho fin.

Curioso detalle decorativo en una terraza de la plaza central de Erice


Caminando con tranquilidad, visitando los otros monumentos de nuestro ticket combinado, llegamos al otro extremo de Erice, donde se erige un imponente castillo a cuyas murallas defensivas se añade el monte sobre el que fue construido. No estaba abierto al público, así que solo conocimos el exterior.


Se trata del fotogénico Castello di Venere, que data de los siglos XII y XIII, al que en el siglo XIX, fecha tardía para estas cuestiones, se le añadió la torre Pepoli.


Junto al castillo se sitúa un estupendo jardín inglés, que recorrimos y disfrutamos de varios miradores sobre Trapani y sus salinas y las islas Egadas. La niebla es habitual en Erice, pero nosotros la gozamos en un día despejado y bastante caluroso.


Desde el castillo iniciamos el regreso a la puerta de Trapani y nuestra furgoneta, pero lo hicimos por calles distintas para absorber en lo posible las bellezas de este curioso reducto medieval.


Aunque evitamos retratarlos, ya era mediodía y el pueblo se encontraba atestado de visitantes, aunque no olvidamos que nosotros somos parte de esa marabunta turística.


Llegados al aparcamiento, tuvimos que decidir si usábamos el coche para ir a Trapani o descendíamos en el teleférico que nos dejaría a los pies del monte San Giuliano. Optamos por lo segundo, lo que nos forzó a buscar un montón de monedas para financiar la estancia de la furgo en lo que debía ser un spa de vehículos y no una simple explanada de descanso. A todos nos apetecía más usar el teleférico, disfrutar de las vistas y luego caminar al centro histórico de Trapani; de lo contrario, en la ciudad habría otra vez que buscar un aparcamiento. Era la opción más sensata, más atractiva, más ecológica, más todo, pero una vez abajo, nos pusimos en ruta hacia el centro y no fue tan sencillo. Andábamos y andábamos y el centro no aparecía, estábamos en lo que parecía una anodina avenida moderna sin interés...y sin límite. Finalmente, descubrimos que el teleférico distaba del centro cuatro kilómetros,  demasiada caminata tras una mañana de actividad. 

Sede del Ayuntamiento de Trapani

Pese a todo, es una ciudad con historia, escenario de batallas sin fin entre cartagineses y romanos; después, en el siglo XI llegaron los normandos y más tarde los españoles. También aquí empezaron Garibaldi y sus camisas rojas la epopeya de la unificación italiana y en la Segunda Guerra Mundial sufrió intensos bombardeos. En el plano económico, las vecinas salinas y el coral fueron fuente de riqueza en diferentes épocas.

Calle del centro histórico de Trapani

Ahora mismo semeja una tranquila capital de provincia venida a menos, con relevantes palacios y edificios nobles, pero sin llegar al nivel de otras urbes sicilianas, y a la que las vecinas Erice y Segesta aportan numerosos turistas. 

Paseo marítimo de Trapani

Nosotros recorrimos su zona centro y regresamos al funicular (¡de nuevo andando!) por su litoral norte, en el que se localizan restos de murallas y fortificaciones


Este segundo paseo fue un tanto forzado, pues de haber encontrado algún taxi sin duda lo habríamos abordado. Pero no hubo otra y un rato más tarde estábamos en Don Carlo disfrutando del lugar, de su tranquilidad y de la cena, bastante más floja que el día anterior, preparando la excursión del día siguiente a la histórica Segesta.


Segesta fue una ciudad destacada del pueblo élimo y existen numerosas leyendas sobre su creación. Los restos existentes se dividen en dos sectores; en uno, su famoso e impresionante templo dórico, y a un kilómetro aproximado, montaña arriba, el teatro, por lo que conviene empezar la visita por aquí y descender hasta el templo en una constante bajada. Para alcanzar el teatro utilizamos el autobús de la organización, que se aborda en el aparcamiento y evita una sofoquina de entrada, especialmente en días calurosos como el nuestro. El paisaje del entorno es magnífico.


Se piensa que el templo nunca llegó a terminarse porque no tiene el acanalado habitual en las columnas y no hay señales de la existencia de un techo. Sea como fuere, es una estructura impresionante y uno de los recintos mejor conservados, quizás por que al estar en un cerro no fue factible usar la piedra para construcciones posteriores. Se data su construcción en el 430/420 antes de Cristo. 


El paseo entre uno y otro recinto es agradable, relajante, con un paisaje en el que ambas construcciones encajan. Como dejó escrito el omnipresente (en Sicilia) Maupassant, "caminando aquí se experimenta la sensación de que no cabía colocar nada más que un templo griego".

Cabeza de león en piedra del museo del recinto


También en buen estado de conservación se encuentra el teatro, posiblemente por los mismos motivos. Sin embargo, la parte superior está semiderruida. Se estima que tenía capacidad para unos tres mil espectadores.


Un clarísimo gráfico reproduce lo que debió ser este recinto, permitiendo hacerse una idea sin esfuerzo alguno. Data del siglo III a.c., está edificado en bloques de caliza local y ocupa el punto más alto del monte Barbaro. Se diferencia de otros teatros en que no fue construido sobre la roca, sino que se apoya en muros de contención.


Sumidos en la vida griego y romana, uno de los viajeros se sintió impelido a declamar unos versos paseando por la zona del coro, enfermedad que a nuestro compañero se le repite en ocasiones similares... y que a los demás nos encanta.


Relajados pese al sol de justicia que nos acompañó en la visita, posamos junto al teatro antes de iniciar otra etapa del viaje, y visiblemente satisfechos con lo encontrado.


Antes de marchar, experimentamos esta curiosa fotografía utilizando una espiral confeccionada con un extraño plástico acristalado de muchos metros de longitud y que se correspondía con una especie de instalación temporal/experimental en las inmediaciones del templo. Además, en el mismo sitio se estaba preparando una grabación con un equipo femenino de gimnasia, por lo que había mucho material  apilado: altavoces, sillas, focos, etcétera.



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