jueves, 20 de octubre de 2022

6) Las "dos" Ragusas y las ciudades barrocas del Val di Noto

Ragusa Ibla (Inferiore) vista desde Ragusa Superiore

En España podrían llamarse Ragusa de Arriba y Ragusa de Abajo, pero en Sicilia son Ragusa Superiore (por la altura, no confundirse) y Ragusa Inferiore, también conocida como Ragusa Ibla. Ambas están edificadas sobre sendas colinas conexas y esa bicefalia se debe a un terremoto que en 1693 destruyó la más antigua, la de siempre, la Inferiore, y provocó 5.000 muertos. Aunque la ciudad fue reconstruida en estilo barroco tardío, muchos de los supervivientes se trasladaron a un nuevo asentamiento, en el distrito de Patro, creando Ragusa Superiore, lo que fue una ciudad distinta hasta 1926, cuando las fusionaron y se hicieron con la capitalidad desbancando a la cercana Módica.

Antes de seguir con Ragusa, dos apuntes sobre el viaje a primera hora desde Agrigento. La salida de esta ciudad no fue muy amable debido a un enorme complejo petroquímico en la salida que deja cualquier cosa menos buen sabor de boca. A continuación, y durante muchos kilómetros, un enorme mar de plásticos bajo los que se cultivan frutas y verduras. Hubo momentos en que pensamos estar por Almería, pero no era el caso. Llegamos a Gela y fue otra desilusión: cuando creíamos estar circulando por un barrio secundario descubrimos que era nada menos que la calle principal. Resultado: visita anulada y directos hacia Ragusa. En eso sí acertamos, pero señalar que los cultivos bajo plástico seguían a ambos lados de la carretera y no finalizaron hasta que dejamos la costa y pasamos al interior de la isla.


Esta duplicidad confiere un carácter especial al conjunto de Ragusa. En nuestro caso, estacionamos la furgo en un parking al aire libre en la base de ambas colinas y subimos caminando en lo que sería una jornada para batir récords de cuestas y escalones. En el punto donde confluyen, giramos a la derecha y ascendimos por Ragusa Ibla; unas horas después pasamos a la Superiore, pero le dedicamos menos tiempo. En esta última se ubican los edificios administrativos, y su calles, dentro de la estrechez y la pendiente general de la urbe, son más transitables, pero sin duda de menor interés.


El ascenso hasta la zona alta de Ragusa Ibla es una sucesión de estrechas calles en pendiente, pese a lo cual a veces aparecen coches, imaginamos que de residentes. No debe ser cómodo el quehacer cotidiano en estas condiciones y a simple vista abundan los hotelitos y viviendas destinadas a alquiler turístico. A cambio, ha sido designada Patrimonio de la Humanidad junto con otras siete ciudades barrocas del Val di Noto.


La catedral de Ragusa Ibla data de principios del siglo XVIII, tras el terremoto mencionado, y está dedicada a San Jorge. Es un edificio macizo, imponente, que no pudimos visitar por estar cerrado. Considerado uno de los templos barrocos más hermosos de Sicilia, se construyó entre 1738 y 1775, y se levanta tras una espectacular escalinata cerrada por una no menos llamativa verja.


Ante la imposibilidad de acceder al templo estuvimos un rato sentados en la plaza, contemplando la escalera y la verja, y ya de paso descansando. Después, callejeamos sin orden descubriendo sus rincones y disfrutando de la ciudad.


Salvo la actividad turística y comercial, allí no se intuye otra cosa: paseantes y viajeros como nosotros y las personas que atienden negocios comerciales y hosteleros. Al parecer, Ibla era un lugar muerto y dormido hasta principios de este siglo, mientras contemplaba como Ragusa Superiore progresaba a cuenta de los beneficios generados por los campos de petróleo encontrados en las inmediaciones.


Desde entonces se han restaurado mansiones y palacios, se han abierto restaurantes y los jóvenes de Ragusa han elegido Ibla para sus diversiones, insuflándole vida y actividad y riqueza.


Obviamente, de su decadencia y de este resurgir no teníamos ni idea mientras alcanzábamos el jardín Ibleo, un agradable lugar de descanso en el extremo de Ibla junto a tres iglesias y con vistas a los montes circundantes y el río Irminio.


Después de un buen rato de callejeo y tras picotear unas tapas en una terraza, decidimos ver la Ragusa Superiore antes de marcharnos. Para ello descendimos al punto de unión entre ambas y empezamos a subir por una calleja empedrada y a trozos escalonada.


Y pese a sus exiguas dimensiones, edificios de noble factura y palacetes pueblan esta calle.


Poco después llegamos a un ensanche visiblemente más moderno, con calles por las que podían circular vehículos, hasta localizar una amplia plaza presidida por su catedral, en este caso dedicada a San Juan. Empezó a construirse unas décadas antes que la de San Jorge como prueba del poder religioso de la nueva Ragusa. Su ancha y baja fachada parece tener muy presente el terremoto que poco antes había arrasado Ibla. A continuación, con el día ya vencido, nos dirigimos a nuestro alojamiento. Dejamos Ragusa satisfechos de una visita estupenda, al nivel de Cefalú y Erice, ambos lugares sorprendentes.


Teníamos reservadas habitaciones en Le Chiuse di Guadagna, un albergue de nuevo rural, con varias casas erigidas con piedra local. Un sitio atractivo con amplias habitaciones en las que con algo más de mobiliario mejorarían la comodidad al viajero.


En cualquier caso, un sitio agradable y recomendable.

Amplia piscina en Le Chiuse, aunque no la utilizamos

La cena en este alojamiento fue un completo éxito. Nos la ofrecían de cuatro platos, lo que nos pareció excesivo y les pedimos que la redujeran a tres, evitando la pasta que ya nos tenía un poco aburridos. Le añadieron un entrante de cortesía, y a continuación carpaccio, una especie de croquetas con un guiso de berenjenas y de postre canolis, cañas rellenas de queso blanco, típico de la isla y que no habíamos probado. Excelente y con el cocinero sirviendo los platos (solo estaban ocupadas tres mesas) y comentándolos. 

Aperitivo de cortesía, sabroso

Carpaccio de carne

Tras este magnífica cena dimos un paseo por las inmediaciones, rodeados de campos de olivos y de la luz de la luna, prácticamente en la oscuridad. Un placer añadido. A la mañana siguiente quisimos reservar la cena del nuevo pero nos  dijeron que ese día no daban. Indagando, creímos averiguar que un día a la semana viene este cocinero y ofrecen cenas, pero los demás solo el desayuno, que fue igualmente bueno y en el exterior disfrutando del solcito mañanero.


El plan de viaje incluía durante los dos siguientes días la visita a tres de las ciudades del Val di Noto (Módica, Scicli y Noto) para después recalar en Siracusa (¡y Ortigia!), donde concluiría nuestro periplo.


Módica es igualmente una ciudad de tamaño medio, de casi 60.000 habitantes, tipo Trapani, Ragusa o Agrigento, y con estas dos últimas coincide en estar en gran parte construida sobre una colina.


Y como la parte antigua suele estar en la zona alta, empezamos la visita con la consiguiente ascensión. Sobre la base de la colina discurren dos riachuelos y el terremoto de 1693 afectó a la ciudad igual que a Ragusa. Y también fue reconstruida con mayor esplendor.


Empezamos el recorrido por su castillo, o lo poco que queda del recinto que defendía la ciudad. Aunque no tiene excesivo interés, desde allí se disfruta una excelente vista de la ciudad y su contorno.


En la torre desde la que divisamos la ciudad se encuentra el reloj que marca la hora de Módica, algo explicable ya que se ve perfectamente desde casi cualquier lugar. Según nos explicaron las dos amables encargadas del recinto, un funcionario municipal se acerca todas las mañana a revisarlo y mantenerlo en perfectas condiciones "porque retrasa", precisaron.


La ciudad se extendió hacia los dos torrentes que circundan su base, atravesados por más de veinte puentes, y eso le ha traído quebraderos de cabeza. En el siglo XIX varias riadas provocaron grandes daños en parte de la ciudad y de sus principales edificios. Para que no se repita, varios tramos de estos arroyos han sido canalizados.


En la parte más alta de Módica se encuentra la iglesia de San Juan Evangelista y su amplia escalinata, de la que disfrutan muchos de sus templos debido sin duda a las pendientes. Destruida en el terremoto, no se reconstruyó hasta el siglo XIX. Las veintiséis pilastras que la adornan sostenían otras tantas estatuas de las que solo quedan tres.


En lo que quizá si bate marcas Módica es en lo intrincado de su casco antiguo, que casi convierte a Ragusa en una ciudad plana. Retorcido, en pendiente, plagado de escaleras y recovecos, no es un lugar sencillo para desplazarse, qué decir para residir. Con Ragusa, por lo demás, mantiene una pugna no oficial por ser el principal centro turístico del Val di Noto.


Poco a poco, eligiendo de cualquier manera las calles para descender, fuimos desandando el camino hacia la zona baja.


A  mitad de ruta nos encontramos de nuevo la catedral de San Jorge, reedificada en los siglos XVII y XVIII tras el seísmo citado y otros que habían tenido lugar en 1543 y 1613. En puridad, es la catedral de la Módica Alta ya que la iglesia de San Pedro lo es de la Módica Baja. 

Su elegante fachada es uno de los puntales de la arquitectura siciliana. Tanto, que el historiador del arte Fagiolo dell'Arco pidió inscribirla entre las siete maravillas del arte barroco.

Realmente, es una fachada que engancha, espectacular y bella, emplazada además en un escenario de palacios y edificios ornamentales. Desde la catedral descendimos a la calle principal de Módica, el corso Umberto I,  la vía donde se encuentran los comercios y edificios administrativos, amplia y agradable, y también las tiendas del famoso chocolate de Módica.

Playa de Sampieri, con un pinar enorme en la parte trasera

Y de Módica nos acercamos a una playa cercana para desengrasar de arte e iglesias, concediéndonos un bañito superagradable y un paseo por la zona. Aparcamos con facilidad, atravesamos un enorme pinar en completa sombra debido a la abundancia y frondosidad de los árboles. En la playa, con muy poca gente, teníamos montadas para nosotros sombrillas y tumbonas, sin cuidador, o sea, gratis.


Un pequeño paseo por el cercano pueblecito de pescadores, un helado en una terraza, y una mirada por el horizonte, en el que destacaban los restos de una antigua fábrica, completaron la mañana.


Contentos de la maravilla de Módica, no nos entretuvimos mucho antes de finalizar el día en Scicli.

Paisaje costero en Sampieri, agradable y tranquilo

Llegamos a Scicli a primera hora de la tarde y en esta ciudad cambió completamente el decorado. Principalmente, por la orografía, ya que es una ciudad plana, su tamaño (menor) y posiblemente por que su nivel de espectacularidad arquitectónica y artística no alcanza a las maravillas de Ragusa y Módica pese a estar declarada igualmente Patrimonio de la Humanidad.


Después de dejar el coche en un barrio sin interés, paseamos por su hasta llegar al edificio del Ayuntamiento.

Sede del Ayuntamiento de Scicli, ciudad que no llega a los 30.000 habitantes


Muy cerca se encuentra la iglesia de San Juan Evangelista, de la segunda mitad del XVIII y anexa en su día a un convento benedictino que se derribó para construir el ayuntamiento.


El día iba pasando factura y descansamos un rato junto al monumento a los caídos en las guerras mundiales. Allí buscamos donde cenar, eligiendo un local cercano de comida italiana con influencia oriental llamado Bussaca, bien decorado, agradable, buen servicio y precio moderado. Nos gustó.   

Restaurante Bussaca, en Scicli: cenamos estupendamente

A estas alturas el viaje estaba ya en su recta final, lo mismo que el Val di Noto. Así que pasamos una segunda noche en Le Chiuse y a la mañana siguiente a primera hora estábamos en Noto, urbe que da nombre al valle en su conjunto.


A la ciudad (en realidad a su calle central, en donde se situan todos los centros de interés) se accede pasando por la Porta Reale, construida en 1838 con motivo de la visita del rey Fernando II de Borbón. En su cima, un perro y una torre simbolizando la fortaleza y la fidelidad de sus moradores.


La monumentalidad que se había en gran parte esfumado en Scicli reapareció aquí en grandes dosis, pero se mantuvo una urbe plana, muy plana. Como Scicli es una ciudad pequeña, en este caso unos 25.000 habitantes, pero que impacta desde el momento en el que se pone el pie en su calle principal, el corso Vittorio Enmanuel.
Se intuye una ciudad cargada de historia, aunque el terremoto del que hablamos cada poco tuvo aquí consecuencias especiales: en 1693 la Noto primitiva quedó arrasada y se levantó esta a 9 kilómetros de la desaparecida.


El Duomo o catedral es un edificio impactante, de gran volumen, que destaca sobre lo que tiene alrededor. Como es habitual, y casi obligado en la zona, se edificó en la primera mitad del siglo XVIII, aunque la fachada no se terminó hasta 1776. Está dedicada a San Nicolás de Mira.


La escalinata de acceso la acompaña en majestuosidad y casi la supera, permitiendo que el templo se eleve de manera nada casual sobre la ciudad. En cambio, su interior nos decepcionó, muy blanca, casi parecía recién construida. 


El recorrido por la calle principal es un placer en sí mismo en una ciudad cuyo centro parece un museo al aire libre, sin necesidad de visitar los monumentos que la rodean.

Fachada del Ayuntamiento de Noto

Frente a la catedral está el edificio del ayuntamiento, conformando la Piazza del Municipio, el principal conjunto monumental de Noto junto con otros inmuebles como el palacio episcopal y el palacio San Alfano. 

Balcón del Ayuntamiento de Noto

El ayuntamiento era en origen el palacio Ducezio (1746), al que a mediados del siglo XX se le añadió una planta, actuación que algunos han cuestionado. Desde entonces es la sede municipal de la ciudad. Puede visitarse su interior, incluida la llamativa sala de los espejos, previo pago de entrada, imaginamos que para ayudar a su conservación. Curiosamente, el acceso a la catedral era gratuito.

Salón de los espejos del ayuntamiento de Noto

Vista de Noto desde la terraza del edificio del ayuntamiento


Siguiendo la calle, igualmente puede visitarse un encantador teatro el Tina di Lorenzo di Noto ,de interior neoclásico, aunque de capacidad más bien reducida.


Y después de semejante empacho de arte e historia le llegó el turno a una delicatessen dulce a base de "granitas" , en este caso de granada y de limón en el caffe Sicilia muy cerca de la catedral y muy famoso por esta especialidad.


Finalmente, recogimos nuestro vehículo y  nos dirigimos hacia Siracusa, última etapa del tour por Sicilia.




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